Integrar nuestra energía masculina y femenina

En la mentalidad occidental está muy poco arraigado el conocimiento sobre la dualidad de la energía masculina y femenina. A los hombres se nos ha condicionado para asociar la idea de integrar la energía femenina en nosotros mismos como una especie de feminización y pérdida de virilidad. Vivimos unos tiempos en los que cada vez se está hablando más de que tenemos que equilibrar lo masculino y lo femenino. Que las mujeres se deben empoderar y que para ello, lo masculino, de alguna forma, debe perder poder.

Pero desde mi punto de vista esto no es así. Integrar la energía masculina y femenina es algo que debemos hacer en nosotros mismos y que va mucho más allá. Significa que AMBOS debemos erigirnos en nuestro poder para así restablecer el equilibrio. Desde mi propia experiencia, integrar la energía femenina NO significa renunciar a la propia masculinidad para, de algún modo, feminizar los comportamientos.

El integrar las dos energías en uno mismo significa evolucionar. Eres un hombre nuevo que evoluciona. Ya no eres un presuntuoso queriendo atemorizar a los demás con comportamientos típicos de un perdonavidas ni adoptando la postura de algún macho alfa que tuviera que encargarse el sólo de salvar al mundo. Tampoco eres un hombre blandengue, sensiblón, tibio y alejado de tu virilidad. Abrazas tanto tu masculinidad como tu feminidad internas y ya no te aferras a ninguna de ellas.

No necesitas tener razón en todo momento ni tampoco ser siempre cooperativo, seguro y dispuesto a compartir, como si fueras una especie de agradable bufón. Simplemente vives desde tu núcleo más profundo, entregándote de forma intrépida a ti mismo, amando cada rinconcito de tu existencia, sintiendo ese momento efervescente en que puedes abrirte a la existencia, a tu propia existencia, completamente comprometido con la expansión del amor.

Estás dedicado a encarnar el amor en este mundo, a través de tu trabajo y de tu potencial, y te sientes un hombre libre que no acepta limites, ni de la convención externa ni de la cobardía interna. Luchas por aquello que más amas desde el profundo amor que emana desde tu corazón.

A continuación adjunto un texto del capítulo «Aprender a ser nuestros propios padres», encontrado en el libro «Ama todo lo que eres».

«Cuando hablo de aprender a ser nuestra propia madre me refiero a ir convirtiéndonos en ese ser que nos nutre, que nos acoge incondicionalmente, que nos escucha y nos permite sentir plenamente, me refiero a esa energía que nos permite que fluyamos con delicadeza y belleza, que nos abre su vasto corazón para expresar todo cuanto somos, sin juicios, sin detrimentos, con una mirada permanente de profundo amor. Al darle lugar a nuestra energía femenina, nuestra intuición nos sirve como antorcha en la oscuridad, y nuestra sensibilidad y vulnerabilidad se yerguen como piedras angulares de nuestro propio camino, dirigiéndonos hacia las mayores profundidades de nuestro propio corazón, donde se gesta el más puro amor.

Cuando hablo de aprender a ser nuestro propio padre, hablo de aprender a manifestar esa parte de nuestro ser que es capaz de convertirse en nuestra propia estructura, que realmente confía en nosotros mismos y que tiene la certeza de que somos capaces de levantarnos sobre nuestros propios pies, reconociendo nuestro valor, nuestra verdadera potencia. Es la parte interna de nuestro ser que nos provee de lo necesario para satisfacer nuestras necesidades y deseos, que nos impulsa a salir al exterior y exponer nuestros talentos. Es nuestra voluntad, nuestra disciplina, es acción, dirección, movimiento, es la capacidad que tenemos de trazarnos objetivos y concretarlos, de plasmarlos en la materia. Es decisión, autoridad, es la energía que instaura el orden para cuidar y proteger, que acepta y establece límites, y la que nos lleva a asumir la realidad y aprender a vivir de ella.

Es la conciencia de la existencia de estas dos energías en nosotros mismos y el permitir que se dé una interacción fluida entre ambas lo que progresivamente posibilitará que se restablezca el equilibrio interno y externo en nosotros mismos y en nuestras vidas, que se recupere nuestra capacidad consciente de creación y manifestación. Todos, absolutamente todos, estamos aprendiendo a caminar con nosotros mismos, a tomarnos de la mano e ir entregándonos lo que a lo largo de nuestra vida hemos sentido que nos ha faltado. Lo que marca la diferencia es la conciencia que vamos teniendo sobre este proceso, así como ir eligiendo aprender a hacernos cargo de lo que sentimos que necesita ser atendido en nosotros mismos, de lo que tenemos que ir aprendiendo a darnos. La totalidad siempre estuvo dentro de nosotros, sólo necesitábamos recordarlo y comenzar a experimentarla, comenzar a practicarla, para vivenciarnos como seres íntegros, para vivenciarnos como los seres completos que naturalmente siempre hemos sido.»